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De Principes despeinados, con vaqueros y gafas de sol

Un Merecido Descanso (Día 3 -Viaje al Pasado-)

Después de una noche como la que os relataba ayer supongo que era normal el levantarse tarde. Fuí a desayunar al mismo bar que la mañana anterior, y volví a casa con algo de compra hecha, me puse a recoger un poco la cocina, y después me senté delante del ordenador, igual que hoy, para escribir. Hay algo en Yuncler que me gusta, y es el silencio, solo roto a veces por algún coche que pasa, pienso que de forma equivocada, ya que en tres días he visto a poca gente por aquí, pero se que las hay, pero en mi mente, seguía el paseo de la primera noche, y el de la primera mañana, y es que este pueblo parece que se paró en el tiempo.

Es un pueblo que huele a añejo, a antiguo, se respira cordialidad en sus gentes, cuando te cruzas con ellos por las calles empedradas no les falta la sonrisa para darte los buenos días, aunque no te conozcan de nada, las personas mayores sentadas en las puertas de las casas, con sus sillas de madera, la gente hace vida en la calle sin tener que ir al bar a emborracharse, hablan en las puertas, hay corrillos en las pequeñas plazas, junto al pilón de la plaza que no es plaza (eso me lo dijo la alcaldesa de Yuncler a la que ya conozco y me pareció bastante simpática). Todo eso es Yuncler, tranquilidad, sosiego, y gente afable y amable, y campechana y cercana, y acogedora como el pueblo, con su pequeña iglesia, junto a su ayuntamiento en obras para instalar las conexiones a internet, pero que por fuera recuerda a un viejo caserío señorial de finales de la Edad Media, pero supongo que este paisaje aquí es normal, por que para los que no lo sepan Yuncler es un pueblecito de Toledo, y para entender algo más y empaparme de cultura, hasta allí me fui con mi hermana y Miranda después de comer y tomar la respectiva siesta.

Tardamos algo menos de 20 minutos en llegar a Toledo por la A-42, y conforme nos íbamos acercando se intuía a lo lejos las impresionantes construcciones medievales que se hallan en Toledo, a lo lejos y lo primero que se ve, casi gobernando la ciudad en lo alto de una pequeña colina, es un edificio gubernamental que antes fue palacio real, el Alcazar de Toledo, torres terminadas en pico un edificio de forma cuadrada, un poco más abajo se veía la catedral de Toledo, con el estilo judeocristiano de haber sobrevivido a la reconquista y lo que ello supuso en su posterior remodelación.

Aparcamos en el coche cerca de la Puerta Nueva, una de las entradas de la muralla que rodea al casco antiguo de la ciudad. y nos pusimos a pasear rumbo al Museo de Tavera, otro edificio impresionante, cercano a un parque desde el que se podía fotografiar (de hecho hay fotos) gran parte de la muralla sur del Casco Antiguo.

Pasear por las calles de Toledo es introducirte en un nudo de sentimientos y de historias, para alguien a quien le gusta pasar por sitios empapados de historia, y con algo de imaginación esta ciudad es un sueño. Recorrer calles por las que Alatriste paseó, lugar de reyes y caballeros, de justas y emboscadas, de calles empedradas y empinadas, de casas que huelen a viejo, de pequeños caserones que son casi castillos dentro de una fortaleza que sobrevive al paso de los años, de los temporales, y del hombre. Pasear por el casco antiguo de Toledo es viajar al pasado, pasar por las calles por las que un humilde caballero acompañado de su rechoncho escudero se batía con gigantes y buscaba el amor de su doncella. Pasear por Toledo es sentir el peso de la historia de una ciudad increíble y entrañable. Toledo me enamoró, y no os quepa la menor duda, a Toledo volveré.

Ahora, mientras llueve en el pueblo, y escribo esto que leéis, planeo mi próxima visita, por que hoy, no se que iré a ver por la tarde, pero si se que por la noche vamos a ver a un paisano, y es que la tierra tira, y hay que apoyarla.

 

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