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De Principes despeinados, con vaqueros y gafas de sol

¡LO VEO!

Puede llegar un día en el que, por casualidad, terminemos en una casa, en el campo, y bajo no se qué circunstancias, nos quedemos allí por mucho tiempo. 

Una mañana me levantaré, una como otras tantas, y seré capaz de desayunar tranquila aunque nerviosa, sabiendo que él va ha estar ahí, a no mucho más de cuatro pasos, y que podré volver a meterme en la cama sin intención de volverme a dormir.
Un jueves, o un viernes, o un sábado... puede que yo, la que para muchos va ha terminar mal, celebraré esos días de descanso a mi manera, puede que no muy acertada, con la música tan alta que me deje sin conocimiento; bailando y sonriendo y no me hará falta a nadie más para pasármelo bien porque él estará allí, observando la situación y pensando algo royo –que le jodan, si quiere vivir así, ¡vivamos así!. Después de todo no está tan mal.-

Una noche, no muy tarde, puede que a eso de las 10:00 o cosa así, pongamos que es invierno, a pesar de la posible lluvia o de que al siguiente día haya que trabajar (la mierda de la rutina), saldré de la casa, me tumbaré en el césped sin decir nada, esperando a que él se tumbe también a mi lado y me abrace.

Y puede que llegue un día en el que el campo nos canse por un tiempo, y claro, siempre habrá dinero para aumentar esa felicidad, ¡nos vamos a la ciudad!, una ciudad grande y bonita e interesante, estimulante, atractiva, con historia... y allí haremos una vida diferente a la que hacíamos en el campo, ¿pero sabes qué?, que no la echaré de menos porque siempre irá él a mi lado.

Y ahora sí, imagina los puntos suspensivos más grande del mundo. Unos puntos suspensivos remarcados que no pasen desapercibidos para nadie, ¡ni para tí!.

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