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De Principes despeinados, con vaqueros y gafas de sol

Una de Principes despeinados, con vaqueros y gafas de sol (parte 3)

Richard no había empezado nada bien esta temporada, se encontraba raro, se entristecía con facilidad, y solo le daba vueltas a la cabeza intentando saber que demonios le pasaba. Su amigo Philip se había ido unos días a un pueblo cercano para estar con su familia, y Aliena, bueno, de Aliena apenas sabía nada. Se habían visto con asiduidad, poco antes de que ella le dijera que se iba a ausentar, lo que Richard no sabía era cuanto tiempo, ni por que se iba justo ahora. Desde que Elizabeth se marchó Richard no era el mismo, estaba más encerrado en si mismo que nunca, solo se despejaba con Philip, y muy a menudo con Aliena, con la que le gustaba conversar de todo y de nada, pero no estaban ninguno de los dos, y para colmo, le llegaban noticias de que Elizabeth reacia su vida, y se alegraba por ello, pero no podía más que reprocharse que haya tenido que irse ella, para darse cuenta de que se estaba consumiendo él solo.

Después de ver lo que envolvía ese pedazo de tela que Aliena le entregó hacía ya varias semanas Richard había conseguido volver a sonreír, de una manera en la que hacía tiempo que no lo hacía, prácticamente desde que su padre el Conde de la comarca falleciera.

Al cabo de unos días Philip se presentó en su casa y le invitó a tomar unas cervezas, tenía muchas cosas que contarle de su pequeño viaje y Richard estaba ansioso por hablar con alguien cercano, su agobio estaba menguando con la compañía de su amigo, pero aún había algo que le quitaba el sueño, Aliena, no sabía por que, pero esa joven le atraía y no sabía muy bien por que. Estuvieron charlando hasta bien entrada la noche bebiendo cerveza, pero algo distrajo la atención de Richard, algo, en un par de mesas al fondo del local le llamó la atención, "sí, sí, con Aliena" fue lo único que alcanzó a oir, ¿de que hablaban? ¿era la misma Aliena? Richard empezó a encontrarse algo aturdido y mareado, y dejó a Philip con la palabra en la boca para salir de allí y dirigirse a casa. Algo no va bien, y Philip lo sabía, pero también sabía que no era el mejor momento para decirle nada a su amigo, así que lo dejó marchar.

Se tambaleaba y se sentía mareado a causa de la gran cantidad de cerveza que había bebido, y como buena mente pudo, mantuvo el equilibrio, o eso pensaba él y llegó a su casa. Se sorprendió al ver sobre la puerta un papel clavado, "Quiero que seas algo parecido a ese príncipe Azul de las historias que me contabas junto al lago" era de Aliena, reconocía su letra a la legua.

- ¡¡Yo no soy ningún príncipe!! - Gritó en mitad de la noche, entró como pudo en la casa, encendió la chimenea, y se repetía para sí una y otra vez, "yo no soy un príncipe, no lo soy, no soy un príncipe", pero él sabía, aun en ese estado de embriaguez que quisiera o no, debía afrontar lo que realmente era.

La joven Aliena, paseaba rumbo a casa de Richard, con la ilusión de verlo, hacía muchos días que no se veían y necesitaba de sus historias, necesitaba de su sabiduría, quería aprender a contar historias como las que él le recitaba, y todavía recordaba con nerviosismo, aquel beso a la orilla del gran lago, todavía se le erizaba la piel solo de pensarlo, ¿cuando sería el próximo?, llevaba bizcochos recién horneados que había comprado en el horno del priorato. En ningún momento pensó que Richard iba a reaccionar de esa manera.

Pues ahí se quedó esta tercera parte, sí, la tercera, y ¿porque la tercera? es sencillo, yo lo escribo y lo hago como quiero, así que si queréis saber que pasa en la segunda parte tendréis que esperar, y para la cuarta igual, y la cosa es bien sencilla, Ah!!! se me olvidaba, como en el anterior, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, o no, yo que sé, piensa lo que quieras, así es más divertido.

 

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