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De Principes despeinados, con vaqueros y gafas de sol

Una de Principes despeinados, con vaqueros y gafas de sol (parte 9)

Todo estaba tranquilo en Fumaces, demasiado tranquilo. La rutina se había apoderado de todo, incluso de la construcción de la catedral. Philip y Richard siempre hacían lo mismo. Iban a controlar la obra, después a la cervecería, y de vez en cuando charlaban con alguno de los habitantes de la población. Desde los altos cargos que controlaban la ciudad tampoco había novedades de ningún tipo, de vez en cuando se acercaban a ellos para preguntarles por la construcción, si iban a hacer alguna innovación, pero poco más. Incluso con las mujeres todo estaba igual, Philip seguía jugando al despiste con Agnes, y Richard... bueno, casi se había acostumbrado a las desapariciones de Aliena, con lo que en ese aspecto, todo estaba igual.

La vida así desmotivaba a ambos, tenían que conseguir darle vida a Fumaces ¿cómo? eso no lo tenían muy claro, pero algo había que hacer. Y la ocasión de mover al pueblo no se hizo esperar, no saben muy bien como pasó pero pasó, de repente se vieron envueltos en una conversación con las jóvenes del lugar, y empezaron a ser el corrillo de los dimes y diretes de Fumaces, la gente se giraba al verlos pasar, y ellos se reían de la situación. Hubo incluso quien se atrevió de tacharlos de impuros, y que su relación no era bien vista por los demás aldeanos, eso les hizo explotar en carcajadas.

Richard sabía que eso le estaba insuflando vida, lo necesitaba, se encontraba otra vez en un punto en el que no sabía muy bien que hacer, necesitaba una acción para reaccionar, y parece que eso iba a surtir efecto pronto. No lo había hablado con Philip, pero tampoco hacía falta, el sabía de sobra que Richard había empezado eso por un motivo más simple. Conseguir que esas extrañas desapariciones de Aliena dejaran de ser un motivo de duda, y por lo menos, dejar de perder la oportunidad de hablar con tranquilidad si se veían por las obras de la catedral o camino a casa, por lo menos eso. Aunque después desapareciera, pero saber que durante la mayor parte del tiempo, podía hablar con ella sin que a sus espaldas comenzaran los murmullos de las gentes de Fumaces.

La cosa parecía ir bien, en cuestión de horas las mozas que trabajaban los campos mas cercanos a las obras se arremolinaban junto a la sala de los maestros constructores, esperando algo que ni siquiera ellos sabían lo que era. Philip y Richard disfrutaban del momento, Philip veía a Richard atento a todo, y de repente, Aliena aparece en escena y todo se acelera. La Revolución ha comenzado.

 

Como he dicho en otras entradas de esta historia, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, o por lo menos eso intento, que solo sea eso, coincidencia, no le deis más vueltas, a veces el subconsciente juega malas pasadas, y esta os aseguro que es una de ellas.

 

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