De Príncipes despeinados, con vaqueros y gafas de sol (Final Primera Temporada) -Acto Final-
Último acto de esta primera temporada, la verdad es que no podía terminar la historia porque creo que es algo que debe continuar, de todos modos, como ya he dicho en otras entradas de este cuento de Príncipes y Príncesas, cualquier parecido con la realidad es casual, nada es real, y si lo fuese, debería de ser bastante antiguo, ya que nadie va en caballo a los sitios, ni hay Príncipes, ni los asesinatos quedan sin castigo. Aunque tal vez tenga algo de real, y la historia esté basada en nuestro tiempo y recreada en el medievo. ¿tu que opinas?
Mientras iban rumbo a la Taberna, observó que la gente lo miraba diferente, le sonreía y algunos ladeaban la cabeza, otros bajaban la mirada a su paso, algo estaba ocurriendo y Richard no sabía que era. Al doblar la esquina empezó a oirse el bullicio de la Taberna, la gente contando historias mientras desayunaban, gritando y hablando de sus cosas. Cuando entraron dentro se hizo un silencio capaz de erizar el pelo a un muerto, Philip y Richard se miraron, ¿que ocurria?.
Tomaron asiento en una mesa casi apartada del resto, que el Príncipe se acercara a la taberna a desayunar o almorzar no era nada extraño, y menos si iba acompañado del Jefe de la Obra de la Catedral, su amigo Philip. Se acercó el tabernero con miedo a algo, Richard estaba incomodo, y Philip extrañado, les pidieron el desayuno y comenzó a oirse un leve murmullo, se extendió por todo el local, nadie hablaba en voz alta, solo susurros.
Estaban inquietos, sin saber el porque esa actitud del pueblo hacia ellos, de repente, empezaron a entender palabras sueltas, "fiesta" fue una de ellas, sabían que algo habían organizado los jovenes del pueblo porque fueron ellos los que les dieron el permiso, "escapadas" algo de esperar entre las hormonas de esos jovenes inquietos, pero hubo una que Philip escuchó con total claridad y varias veces siempre acompañada de "escarceo" y esa era "Aliena" rezaba por que Richard no lo escuchara, pero en su rostro se reflejaba la tristeza de quien se siente engañado. Sin mediar palabra metió su mano en el bolsillo del vaquero, sacó el dinero suficiente para pagar ambos desayunos, lo puso sobre la mesa con sumo cuidado, se colocó esas "gafas de cristales de espejo" que tan característico le hacían y salió como si nada hubiera pasado, cabizbajo para el resto, enfurecido para Philip que lo conocía mejor que ninguno.
Su amigo no se movió de allí, termino con parsimonia su desayuno, se puso en pie y gritó "SOIS IMBECILES" y se marchó tras su amigo, que ya iba a paso ligero calle abajo, rumbo a su casa de nuevo. Él sabía que no era momento de hablar, era inútil cualquier palabra en esos momentos. Así que lo dejó marchar.
Lo primero que hizo al llegar a su casa fue entrar en el despacho y gritar, desahogarse. Se sentó en el suelo, y alguna lágrima se le escapó, pero no eran de tristeza, si no de ira e impotencia, intentó rehacerse, busco algo para hacer, miró su escritorio y alrededores, y comenzó a ojear y ordenar los papeles como hizo la noche anterior. Entre sollozo y gritos a veces golpeaba con fuerza el suelo, tanto que retumbaba la casa entera y de sus nudillos empezó a brotar un hilillo de sangre. La rabia contenida dentro de sí quería escapar de su cuerpo, quería destrozarlo todo, pero se contuvo, siguió ordenando y leyendo papeles. Los nombres se alborotaban entre las hojas, ya solo veía Evelyn por todos lados, para colmo era lo único que podía leer, el nombre de quien tanto daño le hacía, justo en ese momento de debilidad. volvió a tirar los papeles, esta vez por toda la habitación soltando un alarido desconsolado y aterrador, en su cabeza resonaba una y otra vez la misma frase "no quiero hacerte daño,no quiero hacerte daño,no quiero hacerte daño". Algo se cayó al ser golpeado por uno de los fardos de papeles que lanzó sobre su estantería, Richard se acercó para ver lo que era, al recoger los papeles y ver lo que había, un sentimiento de melancolía se apoderó del Príncipe.
Se arrodilló junto al escritorio con el objeto envuelto en un pedazo de tela entre las manos, casi había pasado un año desde que Aliena le entregó ese pequeño bulto, lo abrió como hizo "cuando llegó el momento" tal y como ella le pidió, lo observó, y lo miró con detenimiento, entendió que todo lo que eso significó en aquellos días se había acabado, él sería un Príncipe sin princesa, ni nadie que lo apoyara ni soñara con todos esos anhelos que una vez, junto al lago hablaron, ya no tenían nada que compartir, el conservaría ese pequeño objeto y ella seguiría con su vida con su mundo, ya no podía hacerle más daño, lo que ella no sabía es que el dolor empezó en el mismo momento en el que le dijo esa frase maldita.
Con el verano a la vuelta de la esquina Fumaces emigraba hacía tierras mas frescas, eso iba a ayudar a Richard a recuperarse, pero cuando la época estival estuviera a punto de concluir todo volvería a la extraña normalidad que siempre reina en Fumaces. Hasta entonces, esta historia dejará de crecer, mientras que otras historias han comenzado a pesar de Richard, Un príncipe al que consideraron sabio, un sabio que no supo solventar todos los problemas, un sabio que nunca quiso serlo.
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Alguien de Fumaces -