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De Principes despeinados, con vaqueros y gafas de sol

De Principes despeinados, con vaqueros y gafas de sol (parte 15)

Amanecía en el castillo de Carteia, Philip se desperezaba en el jergón que había usado como cama esa noche, bajó por las escalinatas que antaño habían estado cubiertas por una alfombra roja con ribetes dorados, Philip pensaba en lo majestuoso de ese castillo, lo que debió ser vivir allí. Se dirigió hacia el salón principal, donde la noche antes dejó a Richard, sentado junto al fuego, pensando en todo lo que estuvieron hablando, pero allí no estaba. "¡¡RICHARD!!" gritó, y su voz se perdió entre los largos pasillos que llegaban hasta la sala. Silencio. Giró sobre sí mismo, ¿donde estaba su amigo? salió a la puerta, y allí estaban los dos corceles en los que habían llegado, no se ha podido ir andando, pensó, debe seguir en el castillo. Volvió a subir a la parte alta, donde se encontraban las habitaciones, miró en la primera, nada, siguió con la siguiente, nada "¡¡Richard!!" volvió a gritar, y silencio de nuevo fue la respuesta. Siete habitaciones visitadas y todas igual. Vacías. Algo llamó la atención de Philip, una gran puerta de madera, con tallas en su parte frontal hechas de manera majestuosa, caballos y aves estaban tallados en la puerta con un cuidado sin parangón, él ya había visto esos dibujos en algún sitio, pasó su mano por la talla y se sorprendió ante la suavidad del trabajo perfectamente ejecutado. Empujó la bella puerta, que además de bella y alta era increíblemente pesada, la movió con dificultad, ¿por que demonios era tan gruesa? al conseguir el hueco suficiente para pasar, dejó de empujar. Al fondo de la estancia, en un balcón que desde donde estaba se antojaba inmenso estaba Richard, apoyado sobre la baranda de piedra, mirando al horizonte.

- ¿Richard? - preguntó su amigo con cautela

- ¡¡Philip!!, ya te has despertado, ¿que tal has dormido?

- Bien, bien, me duele un poco la cabeza, pero no es por dormir aquí, será del vino - una sonrisa se dibujó en la cara de ambos.

- Mira acercate, esto sigue siendo increible aún estando desierto. - Esa frase desorientó a Philip, ¿que decía su amigo?

Philip avanzó y la luz que entraba por ese ventanal empezó a complicarle la visión. Era un día precioso, luminoso y radiante. Paró junto a su amigo y se apoyó sobre la baranda igual que él, cuando sus ojos se acostumbraron a esa cantidad de luz su cara se tornó en asombro. 

- Es maravilloso ¿verdad? yo solía ver a los campesinos labrar estas tierras en mi niñez - Dijo Richard con melancolía en su tono de voz

- ¿Tus padres trabajaban aquí? ¿En el castillo? - preguntó anonadado Philip al escuchar esas palabras. Richard lo miró y soltó una sonora carcajada. 

- ¿Cuanto tiempo hace que nos conocemos Philip?

- No entiendo a que viene esa pregunta ahora... pero... supongo que apenas dos años

- Cuando nos conocimos te pedí trabajo, y te conté mi historia, bueno, una versión.

- No te entiendo Richard

- Haz memoria amigo. - Se alejó del balcón y se fue andando pausadamente hacía donde una vez hubo una cama, y ahora solo había un pequeño colchón hecho con plumas y paja.- ¿que fue lo que te conté?

Philip intentó recordar ese día y las palabras que le dijo. Él estaba en su taller, terminando de preparar unos planos para una construcción, cuando Richard apareció junto a Evelyn pidiendo trabajo. Philip se negó al principio, pero Richard insistió, y hubo algo en él que le inspiraba cierta confianza. Así que le instó a contarle su historia, de como había llegado hasta allí.

- Creo...- comenzó a musitar Philip- Creo que me contaste que habían asesinado a tu padre, pero claro eran tiempos de revueltas, pudo haber muerto a causa de eso, o por lo menos eso te dije yo, pero tu insistías en que lo habían asesinado, y que habías perdido todo, pero que algún día lo recuperarías. Ese fue el motivo por el que te contraté Richard, me convenciste de que asesinaron a tu padre, y mira, ahora eres un gran maestro constructor, y juntos estamos haciendo la catedral más hermosa del mundo. Pero ¿que tiene que ver eso ahora?

Richard volvió a reír, se puso en pie y le hizo un gesto a su amigo para que lo siguiera. Caminaron por la estancia, y pararon junto a un muro.

- ¿que pasa Richard? ¿porque paramos aquí? no entiendo nada

Los ojos de Richard se llenaron de lágrimas en ese mismo instante. - Aquí, Philip, justo aquí mi vida cambió.

Volvió a mirar hacia el balcón como recordando todo lo vivido entre esas paredes, y su mirada se detuvo en el colchón. Un colchón donde días antes había estado con Aliena, donde había disfrutado con Aliena y donde esa noche, sufrió por culpa de Aliena. Miró a su amigo, las palabras no le salían, y a duras penas dijo:

- Aquí me despedí de mi padre Philip - empujó el muro y tras el un pasadizo, que llegaba hasta el rió cercano, le explicó.

La cara de Philip estaba entre el asombro y la incredulidad, al final los rumores iban a ser ciertos. Richard era el hijo del antiguo Conde de Carteia, al que asesinaron vilmente para conseguir ampliar sus terrenos y por el cual muchos ahora sufrían la hambruna y las penurias de esta época de crisis. Todo el mundo admiraba y adoraba a su padre y todo el mundo lo echaba de menos. También buscaron a su hijo, todo el mundo lo buscó, querían que recuperara lo que era suyo, por que al fin y al cabo, con él al mando, seguramente todo hubiera sido más llevadero. Philip lo había ayudado a conseguir ser lo que era. Había ayudado al Conde Richard de Carteia a vivir, y le había enseñado un oficio para sobrevivir. Su amigo, El Conde de Carteia.

 

Todo parecido con la realidad de este texto es pura coincidencia, como siempre vamos, no le deis más vueltas, no las hay, pero siempre hay alguna mente enferma que se empeña en buscar parecidos. En fin yo ya lo he dicho, y lo seguiré diciendo mientras escriba las partes de esta historia. Que por lo que se ve va a seguir creciendo.

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