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De Principes despeinados, con vaqueros y gafas de sol

Historias de Príncipes en Tensión, Mentiras Piadosas y Leyes de Murphy (Parte 3)

Esta historia no es verdad y si lo es está basada en mentiras sacadas de la loca imaginación de un servidor, cualquier parecido con la realidad tal vez no sea coincidencia o tal vez no sea parecido, si no real, en cualquier caso eso lo tendréis que juzgar ustedes.

 

Sus cuerpos empezaron a retorcerse al unísono, buscaban el contacto, las caricias cómplices de una luna que iluminaba tenue la habitación por el hueco que habían dejado las cortinas. En un abrir y cerrar de ojos los dos estaban desnudos, y sus manos recorrian el cuerpo del otro buscando algún cambio. No hubo parte de la piel que no rozaran, no hubo caricia que no se diera entregados el uno al otro y entre besos y silencios, entre impulsos y deseos se convirtieron en uno.

El sudor provocado por la pasión se mezclaba con el del calor de la noche, la intensidad de lo que estaban viviendo era complice del saber que alguien podía entrar en cualquier momento, por que como díria un tal Murhy unos años más tarde, “si algo puede salir mal, saldrá mal” . Un plan urdido con celo para no ser descubierto por él, una noche en la que no solo se dejaron llevar por los sentimientos, si no que además se conocieron más de lo que creían, una noche en la que besarla sabía diferente, una noche en la que estar al lado del Príncipe fue diferente a todas las noches pasadas.

En la cama se movían como uno solo, buscando el placer individual y mutuo a la vez, un beso seguido de una caricia, una caricia seguido de un gemido ahogado en la noche, un gemido que tenía su respuesta en un palpitar intenso, una entrega indómita de unos sentimientos desatados por una vez, tal vez fuera la última.

El sol estaba a punto de hacer acto de presencia, y la casa empezaba a cobrar vida. Todos los inquilinos empezaban a prepararse para las labores estivales, el corazón de Richard lejos de estar agotado después del esfuerzo de la noche tenía aún fuerza para hacer un ruido ensordecedor, ayudado por el constante ir y venir de los familiares de Aliena por la puerta de la habitación. Nada se movió y el silencio volvió a reinar en la casa. Todos se habían ido, o eso pensaron ellos, por que de repente...

Algo se movió tras la puerta, Aliena se inquietó y salió a ver que o quien era. La simpática hermana pequeña estaba al otro lado.

-¿Le diste eso a Richard? - Preguntó Bea sonriente.

-Claro que se lo dí

-¿Te dijo algo?

-No le dejé que lo viera – Dijo tajante Aliena.

-¿Y donde está ahora el Príncipe?

-No sé donde estará – Se le escapó una leve sonrisa.

-Su caballo está fuera, ¿está ahí verdad? - la frase sonó muy alegre, sincera. Richard al otro lado de la puerta no pudo contener otra sonrisa.

Aliena volvió a la habitación, besó en la boca a su compañero de noche, a su Príncipe, al sabio que ella misma había nombrado. El le respondió un un abrazo que parecía no terminar nunca, se pusieron en pie ambos, se vistieron, y se volvieron a besar con sincera pasión. Estaba a punto de amanecer y Richard tenía que partir otra vez a Fumaces, él no quería irse y ella no sabía muy bien que quería, pero deseaba seguir aprovechando ese momento que ella misma había provocado. Tal vez no fuera la última noche, tal vez todo volviera a empezar. De pronto tras volver de su ensimismado pensamiento se encontró con Richard delante suya, y ella agarrando la puerta principal, el sol ya despuntaba en el horizonte, Richard la besó como si fuera la última vez, no sabía si habría otra ocasión, se despidió con él corazon y ella lo despidió dándole vueltas a la cabeza, montó en su caballo blanco y partió, no hubo miradas atrás no hubo gesto alguno, quizás lo reservaran para la próxima vez.

 

GRACIAS

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